domingo, 9 de agosto de 2015

Península Valdés, belleza casi virgen.


Cuando visité este lugar me impresionó, dejó en mí una huella imborrable por su belleza intacta, lejana y tan poblada de vida silvestre. Un viaje que es todo placer para los amantes de la naturaleza en estado puro.
Te invito a un recorrido sencillo pero profundo en imágenes.


La Península se encuentra en la provincia del Chubut y es uno de los nueve Patrimonios de la Humanidad para la Unesco, en Argentina. La visita que yo realicé fue en verano y es muy agradable la temperatura. En otra oportunidad intenté en invierno pero resulta muy cruel el clima, principalmente el viento.


Ni bien se ingresa al parque, se llega a un moderno centro de interpretación que cuenta con servicios básicos y un pequeño museo que incluye el esqueleto de una ballena. Hay también un mirador con altura para sacar alguna foto y apreciar el lugar.








Luego, al recorrer algunos kilómetros se llega a una pintoresca parada llamada Puerto Pirámides.
Ahí recorrimos un poco la playa y era hora de un almuerzo, revisamos varios paradores con las más variadas propuestas y casi por unanimidad resolvimos una opción que nos conformó, incluyó una espectacular picada de mariscos. La imagen exime de palabras !




Más tarde un pequeño paseo por sus calles empedradas. Puerto Pirámides es sin duda una hermosa parada que incluye la posibilidad de contratar salidas a distintas actividades acuáticas, entre ellas buceo y avistaje marino.



Nuestro plan era llegar a los puntos de avistaje terrestre de lobos y elefantes marinos.  Y también los pingüinos patagónicos!
Por eso seguimos camino hasta llegar a la punta más alejada de la península.


El asombro fue gigantesco. Allí viven en comunidad cientos de aves y animales salvajes al resguardo de la mano del humano. Los visitantes pueden transitar por cómodas pasarelas sin posibilidad de acercarse, lo cual brinda seguridad para todos los participantes de esta mágica puesta en escena de la naturaleza.


Después de recorrer con admiración las largas pasarelas seguimos camino para llegar al segundo destino; ver a los pingüinos en su hábitat.


Maravillosas vistas nos quedaron como recuerdo de este bello recorrido. Como ya caía la tarde, empezamos la vuelta que incluye varios kilómetros y no es aconsejable que nos agarre ahí la noche.


Patagonia es sinónimo de extensiones interminables. Belleza de un paisaje singular.


Un atardecer a toda orquesta nos despidió. Sin duda este es uno de esos viajes para volver.

Hasta la próxima entrada amigos.